Los perfumes en vida de Jesús: el incienso
Los Perfumes en el Cristianismo
La palabra incienso proviene del latín incendere (quemar) y designa una sustancia aromática que se obtiene de ciertos árboles resinosos de la familia de las burseráceas cuyas exudaciones, al ser quemadas, despiden buen olor.
La primera de las sustancias odoríferas mencionadas es el incienso. Esta palabra (en griego thumiama) proviene del latín incendere (quemar) y designa una sustancia aromática que se obtiene de ciertos árboles resinosos de la familia de las burseráceas cuyas exudaciones, al ser quemadas, despiden buen olor.
Para producir un aroma más penetrante y pesado se le agregan otras sustancias, generalmente en número de cuatro, pro pueden llegar hasta trece (Catholic Enciclopedia, 1999), entre las que se encuentran sándalo, bálsamo, mirra, áloe, cedro, enebro, benjuí, almizcle, estoraque, ámbar (Dicc. Ciencias Ocultas, 1974:314).
Origen del incienso y sus usos en la Antigüedad
El incienso se conocía desde antiguo y se usaba para las ofrendas religiosas, ahuyentar a los espíritus malignos, alejar a las enfermedades y, naturalmente, como medio de comunicación de los hombres con sus Dioses ya que los perfumes deliciosos agradaban a las divinidades y los predisponían a favorecer lo implorado en las plegarias. Colocado sobre rescoldos de carbón, el incienso se consumía lentamente, dejando escapar su fragancia exótica. Al igual que el olor del sacrificio de animales y la quema de ofrenda de cosechas, su aroma agradaba a las divinidades y quien lo ofrecía accedía desde la tierra al estrato divino. Sus ruegos, mimetizados con el humo, ascendían hasta el Dios.
En el Antiguo Egipto, el incienso se usaba también para embalsamar y fumigar y en las fiestas, las damas más finas colocaban sobre sus pelucas conos de incienso que se disolvían lentamente, impregnando su ropa y su pelo con perfume. En los tiempos bíblicos, la quema de incienso acompañaba los sacrificios de aceite, frutas, vino y otros sacrificios incruentos en el Templo de Jerusalén. Existía un altar especial en patio del Templo para la quema exclusiva de incienso. El propio Dios prescribe a Moisés la fórmula del incienso, que sólo podía ser preparado por la tribu de los levitas y los únicos que poseían el privilegio de ofrendarlo en el Templo eran los sacerdotes.
El incienso en la Biblia
DIJO EL SEÑOR A MOISÉS: TOMA AROMAS: ESTACTE Y ÓNICE, Y GÁLBANO ODORÍFERO, E INCIENSO PURÍSIMO; TODO EN CANTIDADES IGUALES. Y FORMARÁS UN PERFUME COMPUESTO POR ARTE DE PERFUMERÍA, MUY BIEN MEZCLADO, PURO, Y DIGNÍSIMO DE SER OFRECIDO. Y DESPUÉS DE HABERLO REDUCIDO TODO A MENUDÍSIMO POLVO LO PONDRÁS DELANTE DEL TABERNÁCULO DE TESTIMONIO, EN CUYO LUGAR YO TE APARECERÉ. SANTÍSIMO SERÁ PARA CON VOSOTROS ESTE PERFUME. TAL CONFECCIÓN NO LA HARÉIS PARA VUESTROS USOS, POR SER COSA CONSAGRADA AL SEÑOR. CUALQUIERA QUE HICIERE OTRA IGUAL PARA RECREARSE CON SU FRAGANCIA, SERÁ EXTIRPADO DE EN MEDIO DE SU PUEBLO. (Éxodo, 30: 34-38)
Al Sancto Sanctorum, donde se encontraba el arca de la Alianza, sólo estaba permitido entrar una vez al año. Esto era en el Día del Perdón, y el gran sacerdote, único autorizado, lo hacía quemando incienso:
DESPUÉS TOMARÁ EL INCENSARIO QUE HABRÁ LLENADO DE LAS BRASAS DEL ALTAR Y, COGIENDO CON LA MANO PERFUME CONFECCIONADO PARA INCENSAR, ENTRARÁ DEL VELO ADENTRO. PARA QUE, PUESTOS LOS PERFUMES SOBRE EL FUEGO, LA HUMAREDA Y VAPOR DE ELLOS CUBRA EL ORÁCULO PROPICIATORIO, QUE ESTÁ SOBRE EL TESTIMONIO, Y CON ESO NO MUERA (Levítico 16, 12:13).
Pese al legado judaico, la quema del incienso no forma parte de los ritos religiosos en los primeros tiempos cristianos. Lucas, en su relato sobre el nacimiento de Juan el Bautista, dice:
SUCEDIÓ, PUES, QUE SIRVIENDO ÉL LAS FUNCIONES DEL SACERDOCIO, POR SU TURNO, LE CUPO EN SUERTE, SEGÚN LA COSTUMBRE QUE HABÍA ENTRE LOS SACERDOTES, ENTRAR EN EL SANTUARIO DEL SEÑOR A OFRECER EL INCIENSO, Y TODO EL CONCURSO DEL PUEBLO ESTABA ORANDO EN A PARTE DE AFUERA DURANTE LA OBLACIÓN DEL INCIENSO. ENTONCES SE APARECIÓ A ZACARÍAS UN ÁNGEL DEL SEÑOR, PUESTO EN PIE A LA DERECHA DEL ALTAR DEL INCIENSO (Lucas 1:8-11).
Otra referencia neotestamentaria al incienso se encuentra en Apocalipsis 8:3-5:
Vino entonces otro ángel, y púsose ante el altar con un incensario de oro; y diéronsele muchos perfumes, para ofrecerlos con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, colocado ante el trono de Dios. Y el humo de los perfumes encendidos de las oraciones de los santos subió por la mano del ángel al acatamiento de Dios Tomó luego el ángel el incensario, llenólo del fuego del altar y lo lanzó a la tierra (…).
Probablemente ambas alusiones al uso de incienso sean referencias a costumbres hebreas, con las cuales los primeros cristianos indudablemente estaban familiarizados. La práctica del encendido del incienso aparece en la liturgia cristiana alrededor del año 500 y al principio, sólo la Iglesia de Oriente quemaba incienso. Lo hacía antes de las plegarias con que se abría la liturgia y lo repetía muchas veces durante las ceremonias. Esta práctica continúa siendo hoy muy intensa en las Iglesias Ortodoxas ya que forma parte estructural de la liturgia: el incienso se usa para fumigar iconos, altar, utensilios de culto y la fumigación constituye un acto dedicado Dios, a quien se le rinde así honor y gloria. También se inciensan personas y esto significa que hasta ellos ha descendido el Espíritu Santo. Los incensarios que se utilizan en el ámbito de las Iglesias Orientales, derivan de las formas de la arquitectura religiosa (Iconos, 2000:65) y presentan la forma característica de las cúpulas bizantinas.
El incienso en la liturgia de la Iglesia Católica
En el rito romano de la Iglesia Católica, el incienso se usa sólo como acompañamiento de otras acciones y su uso es aleatorio. Se puede emplear en la procesión de entrada, en la lectura del Evangelio, en el ofertorio y en la elevación de la Eucaristía. Al igual que en otras religiones, el humo del incienso significa la ascensión de las plegarias de los creyentes hasta Dios. El incienso no siempre se quema, ya que en para el período de cuarenta días que media entre la Pascua y la Ascensión se insertan cinco granos de incienso en el cirio pascual, que simbolizan las cinco heridas de Cristo.
El ingrediente principal de los granos de incienso es una sustancia gomosa resinosa (llamada también incienso) que se extrae de diversos árboles o arbustos que crecen en ambas orillas del mar Rojo y de los golfos de Suez y de Aqaba (Arabia meridional —el llamado país de Saba— de donde procede el mejor incienso), en el noreste de Africa (Somalia) y en la India. Para obtener esta resina, se le hacen incisiones a las plantas para que exuden unas lágrimas semiopacas amarillas o rojizas que endurecen al contacto con el aire. El incienso deliberadamente producido por cortes provocados, se llama "incienso hembra". El que produce la planta naturalmente, es el "incienso macho" u olibano y es más puro y de mejor calidad que el obtenido artificialmente. Su comercio era uno de los más lucrativos e importantes en la Antigüedad y la Edad Media, ya que se trataba de un artículo exótico, lujoso, sumamente costoso y muy apreciado.
En la Antigüedad se creía que el incienso era una sustancia divina y sus recolectores eran considerados sagrados. Durante la cosecha, los trabajadores debían abstenerse de ciertas actividades consideradas impuras, tales como asistir a funerales, tocar a los muertos, o tener relaciones sexuales. Al terminar la jornada, los cosechadores debían desvestirse para ser revisados y evitar así la sustracción de la resina, prevención inútil ya que el temor y el respeto sagrado provocados por el divino incienso evitaban por sí solos cualquier intento de robo.
El uso que se le daba en el mundo antiguo era principalmente ritual. Egipcios, griegos, romanos, quemaban incienso en sus casas y en sus templos y lo empleaban en sus ceremonias funerarias, en la creencia de que el alma ascendía junto con el humo. Plinio (HN 12.83) relata que el emperador Nerón mandó quemar la cosecha de incienso de Arabia de todo un año durante los funerales de su esposa Popea en el año 65.
El incienso también se usaba en cosméticos y medicinas. Los egipcios lo mascaban para combatir el mal aliento y también para aliviar lastimaduras en la boca. Griegos y romanos lo mezclaban con bálsamo y fabricaban ungüentos para las heridas y los chinos inhalaban el humo para curar los males respiratorios
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